Lunes 02 de Septiembre, 2024

Todos hemos tenido que pasar por momentos difíciles a lo largo de nuestra vida, como la partida de un ser querido, enfermedades, críticas, injusticias y un largo “etcétera”, relacionado con diferentes crisis que nos suceden. Cuando todo está bajo control y marcha sobre ruedas, es posible que las grandes preocupaciones parezcan tonterías. Tenemos la falsa creencia que estamos en control, porque todo sale como esperamos.

Pero cuando surgen imprevistos en nuestro camino, parece que todo comienza a desmoronarse. Comenzamos a vivir en una profecía autocumplida de no ser suficientes, que no vamos a poder lograrlo, que aquello que vivimos, es más de lo que podremos soportar.
Y nos resulta más fácil creer en esto, que en caminar por fe; mirando al cielo, enfrentando los problemas con audacia y sabiendo que Dios está al control. Esto me recuerda, lo que dice Efesios 3:20: “Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros.” Su Palabra es tan clara; entonces, ¿por qué nos preocupamos tanto, nos desesperamos, y entristecemos, ante una crisis? Tal vez la respuesta está en cómo estamos viendo nuestro problema o adversidad: ¿lo estamos viendo como una crisis o como una oportunidad? Si lo vemos como una crisis, nuestro diálogo interno, o incluso con otras personas, será:

• “Mira lo que me hicieron.”
• “No puedo entender cómo Dios lo permite.”
• “Soy un buen cristiano, voy a la iglesia todos los domingos, doy mi ofrenda, ayudo; ¿qué más quieren de mí?”
• “Después de lo que esa persona me hizo, ¡sigue como si nada!”
• “Siempre me pasa lo mismo.”

La queja y el lamento, son muy propios de nosotros los seres humanos. Pero si cambiamos nuestra perspectiva, y vemos nuestra situación como una oportunidad, la luz de esperanza comenzará a brillar; no precisamente al final del túnel, sino en nosotros, ya que tendremos más claridad en nuestro diario vivir. Veremos oportunidades en vez de crisis, y entenderemos que esas oportunidades:

• Nos acercan más a Dios.
• Nos ayudan a cambiar.
• Nos permiten creer.
• Nos enseñan.

Y nuestro diálogo interno comenzará a cambiar.

Cada vez que leo 2 Corintios 1:8-10, no puedo dejar de asombrarme ante la entereza de Pablo para enfrentar sus tremendas adversidades; algunas de las cuales, tenían que ver con la posibilidad de perder su propia vida. El pasaje dice: “Hermanos, no queremos que desconozcan las aflicciones que sufrimos en la provincia de Asia. Estábamos tan agobiados bajo tanta presión que hasta perdimos la esperanza de salir con vida; nos sentíamos como sentenciados a muerte. Pero eso sucedió para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos. Él nos libró y nos librará de tal peligro de muerte. En él tenemos puesta nuestra esperanza y él seguirá librándonos” (NVI).

Pablo, estaba convencido que los sufrimientos que tenía que atravesar, tenían un propósito, y ese propósito, era que él, confiara menos en sí mismo y más en Dios en cada momento de su vida, especialmente cuando la adversidad se presentara.

Sé que hay muchos que están leyendo esto y dicen: “Entiendo lo que dices, pero no sé si voy a poder levantarme y seguir adelante. Esto que me sucedió me dejó sin fuerzas.”
No minimizo en absoluto lo que te ha sucedido. Desearía darte un abrazo y que sepas que estoy orando por ti, pero es hora de cambiar tu perspectiva. No veas tu situación como una derrota, sino como el principio de una nueva relación con Dios.

Oración:
Señor, ayúdame a poner mis ojos en ti. Hay tantas cosas que me turban, me dejan sin fuerzas y me superan. Entiendo que es hora de dejar los diálogos mentales negativos y depositar todo en ti, Señor, porque allí estaré seguro. Eres soberano y sé que estás conmigo. Cuando la crisis venga, quiero estar confiado en que tú estás conmigo. Amén.