Lunes 10 de Febrero, 2025

Desde el principio de la creación, Dios decidió hacer al ser humano de una manera única y especial. En Génesis 1:26-27 dice: “Entonces dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.’ Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Dios nos creó a su imagen y semejanza.

Esto tiene una gran implicancia: que todos reflejamos características de Dios en nosotros. No significa que seamos iguales a Él, sino que fuimos diseñados para reflejar su naturaleza, su amor, su creatividad. Cuando pensamos en este versículo, no solo tiene un impacto en cómo nos vemos a nosotros mismos, sino también en cómo vemos y tratamos a los demás; esto es fácil de decir, pero difícil de hacer. Cuando vemos que alguien nos trata como nosotros creemos que merecemos, es difícil ver a esa persona como que es la imagen de Dios. O tal vez nuestra reacción hace que la otra persona se espante de nosotros y no pueda imaginarse que somos el reflejo de Dios.

Sé que no es algo fácil reflejar a Dios en nuestra vida diaria, pero es importante que estemos conscientes de esto en cada momento, ya que nuestras acciones, decisiones, la manera de amar al prójimo y de perdonar están reflejando a Dios.

Nuestro nacimiento no fue una casualidad o un accidente; fuimos intencionalmente creados por Dios con un propósito divino. Vinimos a este mundo con una misión. Esa es nuestra identidad. No lo que los demás dicen de nosotros, o lo que nosotros pensamos a raíz de las circunstancias que nos tocaron vivir; somos valiosos porque fuimos pensados y creados por Dios. El salmista dice: “Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos” (Salmo 139:16). ¡Oh, qué maravilloso recordatorio! Cada uno de nosotros tiene, aquí en la tierra, un valor único y, en el cielo, toda la eternidad.

Mateo 22:39 nos recuerda que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Si realmente creemos que fuimos hechos a la imagen de Dios, podremos valorar a los demás y dar ese amor incondicional, porque es el amor de Dios en nosotros y esto hace que comencemos a ver a los demás con los ojos de Dios, es decir, cómo Dios los ve. De esa manera, podremos reconocer el valor de la otra persona, incluso cuando nos haya herido, porque tendremos muy presente que Cristo murió también por ella.

Amar a los demás no es una opción, es un mandato de Dios. El pecado ha distorsionado esto, y nuestra naturaleza humana siempre está buscando justicia. Pero cuando tratamos a los demás con amabilidad, perdón, comprensión, dando amor sin esperar nada a cambio, estamos reflejando a Cristo y mostrando su amor, estamos ayudando a esa persona a recordar su diseño original, que fue hecha a imagen de Dios. Cuando miramos a los demás como creación de Dios, nuestra perspectiva cambia.

Recordemos siempre que la manera en que tratamos a los demás es un reflejo de cómo entendemos nuestra relación con Dios y valoramos la imagen de Él en cada ser humano, sea cristiano o no, se lo merezca o no, sea íntegro o no. Mostremos el amor de Cristo al mundo.

Oración
Gracias Señor, por recordarme que todos fuimos hechos a tu imagen y semejanza. Ayúdame a ver a cada persona como tú la ves; alguien valioso, digno de respeto y que necesita ser amado. Que cada día sea una nueva oportunidad de poder reflejar tu amor a las personas que me rodean. Ayúdame a recordar que esa es mi identidad, reflejar tu vida. Perdóname por las veces que he juzgado a los demás o he pedido justicia. Dame un corazón lleno de bondad y compasión. En tu nombre poderoso, amén.

Compartir

Liliana Gebel

Liliana Gebel es una reconocida influencer, líder y autora.

Es Asesor en Salud y Nutrición y tiene un Diplomado Plant Based Chef, que la ha ayudado a llevar una vida más saludable. Es también Coach de Vida y ha aplicado...

Leer más