Lunes 13 de Octubre, 2025
¿Te ha pasado ir manejando tranquilo, creyendo que todo está bajo control, cuando de pronto ves señales que anuncian un desvío? A mí me ha pasado muchas veces. Algunas calles están cerradas, otras en reparación, y no hay más opción que tomar una ruta diferente. En ese momento, pienso que seguramente tardaré más, que no lo había planeado y que el camino más corto ya no está disponible.
Los desvíos son demoras que a veces, debemos aceptar para seguir un camino distinto. Son inconvenientes inesperados que impactan nuestro viaje. Pero con el tiempo aprendí que así también actúa Dios: cierra caminos para guiarnos por otros que, aunque más largos, nos preparan mejor para llegar al destino que Él ha preparado para nosotros. Son desvíos divinos.
En la Biblia hay varios ejemplos: el pueblo de Israel caminó por el desierto durante cuarenta años; Moisés vivió un desvío de cuarenta años mientras Dios lo preparaba; José, vendido por sus hermanos a los diecisiete años, pasó por muchos desvíos antes de llegar a ser el segundo del faraón. Sería muy simple vivir yendo del punto A al punto B, pero Dios a veces nos lleva del punto A al J y luego al B. Cuando vemos los desvíos como oportunidades para aprender y mejorar, entendemos que cada prueba tiene un propósito. Es en esos desvíos donde descubrimos nuestro verdadero potencial y también nuestras limitaciones, y donde podemos crecer.
Si miras la vida de José sin conocer el final, podrías pensar que todo iba de mal en peor: cuando tenía 17 años, sus hermanos intentaron matarlo, lo arrojaron a un pozo, lo vendieron como esclavo y, ya en Egipto, fue calumniado y encarcelado. Sin embargo, en cada aparente desvío había un propósito, ya que llegó a ser gobernador cuando tenía 30 años. Pero la Biblia dice que “el Señor estaba con él”.
“Ahora bien, el Señor estaba con José, y las cosas le salían muy bien. Mientras José vivía en la casa de su amo egipcio, este se dio cuenta de que el Señor estaba con José y lo hacía prosperar en todo”. Génesis 39:2-3
“Como el Señor estaba con José y hacía prosperar todo lo que él hacía, el guardia de la cárcel no se preocupaba de nada de lo que dejaba en sus manos”. Génesis 39:23
Desde nuestra perspectiva, no parece que todo le estuviera yendo bien, pero José comenzó a darse cuenta que había un propósito en cada desvío que experimentaba.
En medio del sufrimiento, Dios muestra su presencia y su favor. Él está contigo en ese pozo, en esa cárcel o en ese desvío. Si hoy te encuentras fuera del camino o detenido, no pidas solo que Dios te libre; tal vez aún no estés listo para la misión que Él tiene para ti. Pídele más bien que te dé luz en medio de la oscuridad. Recuerda que la verdadera victoria no está en saber dónde estás ni cuántos desvíos has pasado, sino en tener la plena convicción de que Dios está contigo en cada uno de ellos.
No tratemos de permanecer en un desvío por terquedad o por queja, en lugar de ver nuestra circunstancia como una oportunidad de crecimiento. Cada desvío nos ayuda a madurar, fortalecer la fe y liberarnos, no de las circunstancias, sino de nuestro propio “yo” y de nuestras limitaciones. En Génesis 41:50-52 leemos que José tuvo dos hijos: Manasés, que significa que Dios lo hizo “olvidar todos sus problemas”, y Efraín, que significa que Dios lo hizo “fructificar en el mismo lugar donde antes había sido afligido”. Dios puede bendecirte justo en el lugar donde experimentaste dolor.
No veas los desvíos como castigos o pérdidas, sino como oportunidades para aprender, crecer y prepararte para lo que viene.
Oración
Señor, gracias por cada desvío que has permitido en mi vida. Aunque a veces no entiendo tus caminos, confío en que cada paso forma parte de tu plan perfecto. Dame paciencia para aprender a esperar, y fe para ver tu mano obrar, aun en medio de la dificultad. Ayúdame a ver tus propósitos en mis desvíos y a avanzar con esperanza, sabiendo que estás conmigo en cada tramo del camino. En tu bendito nombre, amén.