Lunes 10 de Noviembre, 2025
En 1964, en el barrio neoyorquino de Queens, una mujer llamada Kitty Genovese fue apuñalada y violada. Pidió ayuda a los gritos, pero, aunque varios vecinos la oyeron, nadie acudió en su auxilio. Su agresor se marchó un momento y regresó diez minutos después para volver a apuñalarla y robarle el poco dinero que llevaba. Ella murió a causa de las heridas. Treinta y ocho personas presenciaron su agresión y nadie la ayudó, ni siquiera llamó a la policía.
La explicación de este fenómeno se denominó “efecto espectador”. Este efecto, determina que cuanto más observadores haya en una situación de emergencia, menor es la probabilidad de que alguien ayude a la víctima. Se han realizado varios estudios y, a raíz de estos hallazgos, se han determinado cinco pasos bien diferenciados para intervenir en una situación de emergencia:
- Darse cuenta de que hay una emergencia, que algo extraño está sucediendo.
- Interpretar que realmente hay una emergencia; cuando no tenemos información suficiente, tendemos a aceptar cualquier explicación.
- Asumir que es nuestra responsabilidad ayudar o prestar auxilio.
- Tener la capacidad de ayudar; por ejemplo, si se requiere la intervención de un médico.
- Tomar la decisión de ayudar.
Esto me hizo pensar que la mayoría de nosotros, muchas veces, esperamos que otro lo haga.
Sin embargo, Jesús, en su Palabra, nos enseña todo lo contrario: ante una necesidad, detenernos, acercarnos y actuar, como lo hizo el buen samaritano. Tal vez no fue el más preparado o capacitado, ni el más religioso, pero fue el único que decidió intervenir y ayudar.
Desde una perspectiva espiritual, estos cinco pasos podrían transformarse en lo siguiente:
- Darnos cuenta de que algo está mal: muchas veces estamos tan distraídos y ocupados en nuestros asuntos que no podemos ver el dolor ajeno. Mateo 22:39 “Ama a tu prójimo como a ti mismo.”
- Interpretar que realmente hay una emergencia: no minimices el sufrimiento de otros. Lo que para nosotros puede parecer pequeño, para alguien puede ser su última esperanza.
- Asumir que es mi responsabilidad: Dios te puso en esa situación para ayudar. Isaías 6:8 “Aquí estoy, Señor, envíame a mí.”
- Reconocer si tengo los medios para ayudar: no siempre podremos hacerlo todo, pero siempre podemos orar, escuchar o acompañar. 1 Timoteo 2:1
- Tomar la decisión de ayudar: una frase que escuché por ahí dice: “La compasión sin acción se queda en intención.” El amor al prójimo se demuestra. 1 Juan 3:18 — “…no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad.”
No seamos meros espectadores, sin involucrarnos en el dolor de las personas. Siempre tenemos la oportunidad de ayudar, de bendecir a otros, aunque sea con una sonrisa. Estemos más presentes y pidámosle a Dios que nos muestre de qué manera amar al prójimo.
Oración
Señor, ayúdame a ser tus manos y tus pies aquí en la tierra. Perdóname por haber estado tan distraído en mis problemas y circunstancias. Quiero prestar atención a mi entorno y ser sensible a la necesidad de los demás. Ayúdame a tener misericordia, como tienes Tú por mí diariamente, y a poder llevarlo a la acción. En tu nombre, amén.