Lunes 25 de Noviembre, 2024
Creo que muchos conocen la historia de Israel, el pueblo de Dios. Estuvieron cautivos en Egipto durante 430 años, fueron esclavizados y maltratados, y cada día era una cruenta lucha que enfrentar.
Tal vez ellos pensaron que Dios se había olvidado de su pueblo, pero en Éxodo 3, vemos que Dios llama a Moisés para liberar a Israel de la cautividad, en medio de una zarza que ardía sin consumirse. Esta zarza llamó la atención de Moisés, y Dios le habló diciéndole, entre otras cosas, “ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo… conozco bien sus penurias. Así que he descendido para librarlos del poder de los egipcios y sacarlos de ese país…” (Éxodo 3:7-8, NVI). Luego de este llamado, comenzaron una serie de sucesos, incluyendo milagros, plagas y señales a través de Moisés y Aarón, hasta que finalmente el faraón dejó ir al pueblo de Israel. Los israelitas recogieron sus pertenencias y ganado y emprendieron la peregrinación hacia su libertad.
En Éxodo 14:7, se menciona que el faraón se dio cuenta de lo que había hecho al permitirles salir de Egipto y abandonar su trabajo, y ordenó a su ejército que se preparara y saliera a perseguirlos, con carros y caballos. Los israelitas vieron que venía un ejército tras ellos y comenzaron a tener miedo y a quejarse. Anteriormente ya habían visto el poder de Dios y cómo los había sacado de la cautividad, pero comenzaron a mirar a su alrededor y se desanimaron. Entonces, Moisés les dijo: “No tengan miedo. Mantengan sus posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes. Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes” (v. 14).
¿Quién se queda quieto cuando ve que un desastre es inminente? Era necesario confiar en que Dios los estaba guiando y que nada les iba a pasar.
Entonces, algo maravilloso sucedió. Todos los que conocemos la historia sabemos que Dios abrió el mar y ellos cruzaron como por tierra seca. Y cuando el último israelita hubo pasado, sano y salvo al otro lado, las aguas se unieron nuevamente, tragándose al ejército, al faraón, sus carros y caballos. Pero algo llamó mi atención, y podemos leerlo en el versículo 19 del capítulo 14: “Entonces el ángel de Dios, que marchaba al frente del ejército israelita, se dio vuelta y fue a situarse detrás de este. Lo mismo sucedió con la columna de nube, que dejó su puesto de vanguardia y se desplazó hacia la retaguardia, quedando entre los egipcios y los israelitas”. El ángel y la nube de Dios, que iban delante guiando al pueblo, se convirtieron en el medio que Dios estaba utilizando para conducir al pueblo. De día era una columna de nube y de noche, de fuego. Cuando el enemigo estaba cerca, la nube pasó de ser guía a ser protectora, y así, durante toda esa noche, no pudieron acercarse los unos a los otros (v.20).
Cuando miremos hacia atrás y sintamos que el enemigo, las pruebas y los problemas nos están pisando los talones, y a eso se le sume que miramos adelante y ya no podamos ver ni la nube ni la guía de Dios, ¡no nos desesperemos ni tengamos temor! Porque Dios se puso en la retaguardia para protegernos y levantar bandera entre nosotros y el enemigo.
El Señor nos cuida constantemente, no tengamos temor. El mar Rojo no debería perturbarnos o detenernos. Los enemigos no deberían aterrorizarnos. Caminemos hacia adelante, con fe, sin temor.
Oración
Gracias, Señor, por tu cuidado amoroso hacia mí. Nunca fallas, y aunque no pueda verte, y muchas veces me sienta solo en medio de un desierto, tú estás allí. Ayúdame a enfocarme en tu poder y bondad, y no en mi humanidad y mis circunstancias adversas. Quita todo temor de mi vida y prepárame para ver milagros maravillosos. En tu nombre, amén.