Lunes 23 de octubre, 2023​

Llevo casi tres décadas de mi vida trabajando en la iglesia, tratando directamente con personas que dicen amar profundamente a Dios. Y les creo. El problema es que ese amor que sienten no siempre se refleja en sus vidas. Muchas veces pasan años contribuyendo arduamente con la congregación, participando en todas las actividades y son tremendamente colaboradores. Sin embargo, sus rostros denotan tristeza, dolor… En ocasiones, sus hogares son una bomba de tiempo o un campo de batalla diario. Viven criticando a los demás, amargados por lo que no tienen, lo que fueron y ya no son o simplemente porque el clima no es el que les agrada. Si hace frío, es porque hace frío; si hace calor, se quejan porque no lo resisten… Están sumidos en un mar de amargura y, lo peor del caso, es que lo proyectan.

Uno de los grandes errores de quienes servimos a Dios es creer que si el ministerio ha nacido del corazón del Señor, no producirá ningún tipo de envidia y se ganará la aprobación de todos los demás. Lamentablemente no sucede así. No te imaginas la infinidad de veces que me ha tocado enfrentar actitudes agrias, combativas y desagradables que provienen del interior del mismo ámbito cristiano. Al principio, me costaba mucho entender por qué sucedía. Pensaba: ¿Por qué le dedicaban tanto tiempo a la crítica si es que viven lo que predican?

Me costó entender que así como existen emociones que nos llenan de vida, hay otras que son las que aniquilan nuestro corazón, lo enferman, lo saturan de basura y, con eso, se deteriora nuestro comportamiento, nuestras actitudes y las relaciones que tenemos. Y se dan en cualquier ámbito, incluso en el cristiano.

La culpa, la envidia, el rencor, los celos, la rabia… sabemos que son completamente negativos.

En 1 Crónicas 29:17 se dice: “Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada; por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto”. David se refiere a que Dios nos “escudriña” interiormente, es decir, “estudia, investiga y profundiza” lo que hay en nuestro interior como seres humanos hasta saber exactamente las motivaciones, los pensamientos y las decisiones que tomamos o queremos tomar.

Por eso es importante actuar con rectitud del corazón, que no es otra cosa que “proceder con integridad, con buena intención”. Y hacer lo correcto es una decisión que proviene del corazón.

Oración:
Señor, ayúdame a mantener mi corazón saludable tanto física como espiritualmente. Arranca de raíz aquellas cosas que considero normales, pero que contaminan. Hazme ver mis actitudes y mis emociones como tú las ves. Bendíceme Señor y que yo pueda ser una bendición para los que me rodean. Amén.

Tomado del libro “Busca tu propio ángel

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Liliana Gebel

Liliana Gebel es una reconocida influencer, líder y autora.

Es Asesor en Salud y Nutrición y tiene un Diplomado Plant Based Chef, que la ha ayudado a llevar una vida más saludable. Es también Coach de Vida y ha aplicado...

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